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Finanzas climáticas, gestión de riesgos y transparencia como elementos clave de inversión.
Marian Buraschi - Socia y Directora de Libélula
La COP30 realizada este mes en Belém marca un punto de inflexión para el sector privado. En un contexto de volatilidad económica, eventos climáticos extremos y presión regulatoria, la sostenibilidad deja de ser un tema reputacional para convertirse en un determinante del costo de capital, el acceso a mercados y la resiliencia operativa.
La presidencia de la COP30 ha planteado una Agenda de Acción orientada a movilizar a los actores para acelerar soluciones que promuevan justicia climática, seguridad alimentaria y reducción de desigualdades. Dan Ioschpe, empresario brasileño y Campeón de Alto Nivel, lo resumió como un “mutirão”: un esfuerzo colectivo global que conecta a gobiernos con quienes impulsan soluciones en el territorio.
Este impulso político llega en un momento decisivo. A la fecha, 113 países, incluido el Perú, han presentado nuevas o actualizadas Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC), que representan el 70% de las emisiones globales y definen marcos más exigentes para sectores como energía, infraestructura, agroindustria y transporte. Según el WBCSD, las empresas piden políticas claras y previsibles que viabilicen las inversiones en descarbonización y protección de la naturaleza. Latinoamérica no es ajena: estándares como NIIF S1 y S2 empiezan a integrarse a sistemas financieros, impulsando una convergencia regulatoria que transformará cómo las compañías reportan, gestionan y financian su transición.
El riesgo climático ya es un factor para decisiones financieras. El Global Investor Survey revela que el 73% de los inversionistas aumentarían su inversión en empresas que construyen resiliencia frente a riesgos físicos del clima. Para directorios y equipos ejecutivos, esto implica incorporar escenarios climáticos en la planificación estratégica, evaluar impactos en costos, cadenas de suministro y nuevas inversiones, y priorizar acciones que fortalezcan dicha resiliencia.
La transparencia climática es otro pilar clave. Así como los países reportan sus avances mediante los Informes Bienales de Transparencia (BTR), las empresas deben adoptar métricas comparables y auditables que integren desempeño ambiental, riesgos y oportunidades. Los estándares globales de sostenibilidad, incluidos los NIIF, avanzan hacia convertirse en una exigencia del mercado financiero. Quienes los adopten tempranamente accederán a mejores condiciones crediticias, reducirán costos y ganarán credibilidad ante inversionistas que ya incorporan criterios climáticos.
Después de la COP30, las empresas latinoamericanas enfrentan tres tareas ineludibles: evaluar cómo los riesgos climáticos pueden afectar sus operaciones y costos; integrar métricas climáticas en decisiones de inversión, financiamiento y gestión corporativa; y participar en espacios como la Agenda de Acción, donde se definirán los estándares que orientarán el comercio y la inversión sostenible en la próxima década. El camino está trazado ¿Están preparadas las empresas en el Perú?