Por: Pia Zevallos – Gerente General de Libélula
La evaluación de riesgos climáticos emerge como el primer paso esencial no solo para sobrevivir, sino prosperar en este nuevo panorama.
El reciente informe del IPCC alerta sobre la inminente amenaza de escasez de agua, poniendo en peligro la seguridad alimentaria de Latinoamérica. Estamos expuestos a daños catastróficos en infraestructura debido a inundaciones y deslizamientos, como lo evidenció el devastador paso del ciclón Yaku en Perú, causando pérdidas estimadas en 345 millones de dólares, lo que representa el 0.1% del PBI del país. Además, a raíz de eventos climáticos extremos, las epidemias transmitidas por vectores, como el dengue, se han disparado, resaltando la urgencia de la preparación y la adaptación.
La pregunta imperante es: ¿qué hemos aprendido de estas experiencias y qué medidas estamos tomando para enfrentar los desafíos inminentes, como el Niño Global que se avecina? Las empresas latinoamericanas enfrentan una encrucijada: más del 50% de los CEOs reconocen la exposición de sus compañías a riesgos relacionados con el cambio climático en los próximos cinco años, pero solo el 17% ha implementado medidas para protegerse (pwc, 2023).
Entender y anticipar estos riesgos y oportunidades es crucial. Pero, ¿qué implica exactamente evaluar los riesgos y oportunidades del cambio climático? El proceso comienza con un análisis profundo de cómo los riesgos climáticos afectan a la empresa, considerando no solo la ubicación geográfica, sino también las operaciones, la cadena de valor y las comunidades circundantes. Por ejemplo, las lluvias extremas pueden impactar de manera dispar una empresa agroexportadora en un valle específico o una empresa de distribución que cubre todo el país. Este análisis incluye la identificación de cambios normativos y de mercado que podrían ofrecer ventajas estratégicas. A partir de esta comprensión detallada, se priorizan los riesgos y oportunidades, permitiendo a las empresas focalizar esfuerzos y recursos en un plan de adaptación sólido.
La evaluación de riesgos climáticos no es solo una medida preventiva, es un camino hacia la resiliencia empresarial y la competitividad en un mundo cada vez más incierto. En un momento donde la preparación es sinónimo de supervivencia, los empresarios latinoamericanos deben actuar ahora para salvaguardar sus negocios, generar ventajas comparativas y contribuir a un futuro sostenible.